La mirada del halcón

Los halcones tienen la ventaja diferenciadora de elevarse cientos de metros sobre el piso, observando abajo, sobre la tierra, viendo todo lo que ocurre debajo de ellos.

Las criaturas en el suelo siguen sus vidas con un túnel de visión estrecho, sin percatarse que el halcón está volando sobre ellas, prediciendo cada uno de sus movimientos.

¿No sería maravilloso ser como el halcón, mirándote a ti mismo en esas situaciones incómodas que tienden a sacar lo mejor de ti?

Piensa en todas las cosas que serías capaz de ver y entender desde arriba.

Tu objetividad te permitiría salir del control que ejercen tus emociones y saber exactamente qué se debe hacer para crear un resultado positivo.

Aunque no eres un halcón, puedes desarrollar un entendimiento más objetivo de tu propio comportamiento. Puedes practicar tomando nota de tus emociones, pensamientos y comportamientos, a medida que una situación se despliega.

En esencia, la meta es bajar tus revoluciones y tomar todo lo que está frente a ti, permitiendo a tu cerebro procesar toda la información disponible antes de actuar.

Considera un ejemplo. Digamos que tienes un hijo adolescente que está retrasado más de dos horas de su hora que debe estar en casa, esperándolo que pase por la puerta y te dé otra creativa excusa por llegar tarde y no responder su celular. Mientras más tiempo permanezcas sentado pensando en la indiferencia de tu hijo hacia tu autoridad y las horas de sueño que te está robando, más te hierve la sangre.

Mientras más permanezcas en esta situación, más olvidas que tu verdadera molestia, es que estás preocupado por su seguridad.

Seguramente quieres que él obedezca las reglas, pero la idea que esté actuando imprudentemente es lo que te mantiene en vela.

Mirándote a ti mismo como un halcón, esta situación requiere tomar ventaja de la calma antes de la tormenta. Sabes que tu ira hará retumbar el piso en el momento que su excusa comience a salir de su boca; y también sabes que él estará más dispuesto a seguir tus reglas, si puedes hacerle ver y sentir tu preocupación.

Este es el momento en que necesitas considerar, cómo se ve esta situación desde lo alto. Te das cuenta de que tu inquietud está avivando las llamas de tu rabia.

Recuerdas que es un buen chico, que ha estado actuando como un típico adolescente. Sabes que tu rabia no lo hará cambiar, pues no ha funcionado hasta ahora.

Ahora tienes una visión más amplia, puedes decidir explicarle lo racional que será su castigo y porque estás tan molesto, en lugar de simplemente perder los estribos.

Cuando finalmente llegue a casa de puntillas y encienda la luz del salón donde estás sentado esperándole, estarás agradecido de poder ver el cuadro completo, y no solo lo que está frente a ti.
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